viernes, 21 de agosto de 2009

Y de repente.

Y aquel cielo, tan azul y tan inmenso, capaz de embrujar, enamorar e incluso de dominar las emociones de quien lo observa embobado, aquel cielo tan amada y admirado, de repente se le vino encima con todo su azul y toda su inmensidad. Y, de repente, descubrió que el cielo de aquella bonita y abarrotada ciudad no era ni tan bonito, ni tan capaz de enamorar sin él al lado. Y, de repente, supo quién convertía todo en especial; era él, quien ya no estaba.
Y, de repente, fue ayer. Y ya no había hoy, ni mañana, sólo ayer. Y, de repente, nada tenía demasiado sentido y pensar así era demasiado absurdo, pero no pudo evitarlo. Sólo quedaba el tiempo, mejor amigo, mayor enemigo, mejor y peor alíado al mismo tiempo... Tiempo para buscar el bálsamo que volviera a hacer al cielo especial.

2 comentarios:

  1. Lo encontrarás, y no hace ni falta que te molestes en buscar...llegará solo.

    Violetcarsons.

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  2. A mi el azul del cielo me gusta para tocarlo con la llema de los dedos, no para esperar a que caiga sobre mí, y es que lo que hace especial el firmamento somos nosotros mismos, aunque el amor juegue a engañarnos.

    Un beso loca! :)

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